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Ya estoy grande eh, 21 años. El “nene” ya no anda de la mano con la mamá por la calle, ni pide permiso para salir, ni juega con los autitos y soldaditos. Va a la facultad, trabaja, tiene novia, toma alcohol… bueno, mejor no sigamos… pero la madre es madre por naturaleza, y ayer por ejemplo, eran las cuatro de la mañana y quien me llamó para saber como estaba y a que hora volvía porque estaba preocupada? Si, ella, la única. Es así, para ellas nunca crecemos y siempre vamos a ser sus “bebés” y van a estar pendientes de nosotros.
Párrafo aparte se merece la paciencia que nos tienen. ¿Quién no lloró, pataleó e hizo un berrinche alguna vez por un capricho? Yo la amo a mi vieja, pero a ser sincero, también la odié. Como olvidarme cuando no me dejaba ir solo al club a jugar al fútbol o a bailar cuando ya iban casi todos mis amigos. Ni hablar de los papelones que me hizo pasar. Inolvidable aquella vez en la matinee de “Mint” (de 8 a 12 de la noche) que me vino a buscar en taxi a la puerta del boliche y mientras movía su manito me gritaba “Luchi, luchi, acá estoy, vení!!”, justo en el momento en el que yo, langa total, hablaba con dos muchachitas. Recuerdo que me hice el desentendido, pero ella no entendió la onda y que hizo: me vino a buscar. Eso también las hace únicas. Con sus cosas buenas y no tan buenas (porque maldad no tienen), son las mejores y por lo menos la mía, doy fe, es especial. Por eso, a las enfermeras, pediatras, odontólogas, dermatólogas, terapeutas, psicólogas, maestras, chofer, futbolistas, tenistas, boxeadoras, policías y botineras: ¡Feliz día de la madre!
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